La rarefacción, debilitamiento o caída capilar están relacionados con la deficiencia de ciertos macronutrientes esenciales para la piel y el cabello. Aunque el estrés y los factores genéticos son causas probables, la salud capilar también puede deteriorarse por la falta de vitaminas del grupo A, B, C y E y de minerales como el zinc o el hierro, como reconocería cualquier dermatologo pelo Vigo.
La vitamina C, por un lado, desempeña un papel esencial en la producción de colágeno. Se obtiene a través de hortalizas como el tomate, cítricos como la naranja y verduras como la espinaca y el brócoli. Una dieta pobre en estos alimentos ricos en vitamina C hace que la fibra capilar se vuelva débil y rompediza.
Otra vitamina clave para el sistema inmunitario y la regeneración celular es la E. Se la encuentra en verduras de hoja verde, huevos, frutos secos, aceitunas y aceites vegetales. Cuando este antioxidante escasea, el folículo piloso ve acelerado su envejecimiento, con nefastas consecuencias para el cabello.
Entre los minerales indispensables para la salud del cabello, el zinc interviene en la síntesis de la queratina y su falta ocasiona problemas visibles de crecimiento capilar. Está presente en mariscos, pescados, huevos, germen de trigo y otros alimentos.
Las vitaminas del grupo B, por su parte, contribuyen a la oxigenación de la sangre, incidiendo sobre la salud del folículo piloso. En particular, los alimentos ricos en ácido pantoténico o B5 ayudan a conservar el color y fortaleza del pelo, mientras que la piridoxina o vitamina B6 tienen un rol crítico en la producción de melanina.
El déficit de vitamina A en la dieta altera procesos como la hidratación capilar o la producción de sebo. Este nutriente, de consabidas propiedades antioxidantes, combate la influencia negativa de los radicales libres y participa en el crecimiento y desarrollo de los folículos.