Frondosos, imponentes, mágicos… y a veces impredecibles: así son los árboles que adornan calles, plazas y jardines de Ponteareas. Detrás de su apariencia serena se esconde todo un universo de relaciones invisibles, raíces deseosas de conquistar territorio y ramas que aspiran a rozar las nubes, si pudieran. No es de extrañar que cada año más vecinos busquen el apoyo de arboricultores Ponteareas para garantizar la seguridad, el buen aspecto y la salud de sus compañeros vegetales.
Cuando el cerezo del abuelo empieza a crecer de forma tan torcida que parece retorcerse por culpa de un libro de Kafka, o la palmera de la rotonda principal inclina su copa con actitud sospechosa, siempre surge esa vocecita interior: “¿Poda casera o llamada de auxilio?”. Y aquí radica el quid de la cuestión. Lo cierto es que un corte mal hecho puede suponer la diferencia entre un árbol vigoroso y una pieza de leña anticipada para la chimenea. Los arboricultores Ponteareas suelen bromear diciendo que cortar una rama no es sólo un asunto de tijeras grandes: hace falta conocimiento, experiencia y –por qué no– un poco de amor por los árboles y la seguridad de quienes habitan cerca de ellos.
Quien piense que “un árbol se cuida solo” probablemente no ha lidiado con raíces aventureras asomando en el salón o con troncos agrietados tras una tormenta. Los expertos certificados en este sector dominan una mezcla de ciencia, arte y sentido común, una combinación poco común en tiempos de tutoriales rápidos y bricolaje sin red de seguridad. Ser arboricultor implica saber diagnosticar enfermedades que ni siquiera tienen nombre elegante, como si fuesen doctores botánicos capaces de distinguir entre una simple hoja amarillenta por estrés y un hongo letal que amenaza con propagarse al vecindario entero.
Una de las ventajas de confiar en profesionales es la prevención: anticiparse a los problemas antes de que convertir el jardín en la nueva sede de Jurassic Park. La revisión periódica, las podas inteligentes que respetan la arquitectura natural y la aplicación responsable de tratamientos fitosanitarios pueden hacer mucho más por esa encina centenaria que los consejos de la tía en la comida familiar. Además, los arboricultores Ponteareas conocen el clima local al dedillo y saben qué especies resisten mejor, cuáles necesitan “mimos” de poda durante la primavera y cuáles prefieren que las ignoren hasta el final del invierno.
No es raro pensar en el árbol solo como ese fondo verde en la foto de comunión o el que da sombra al coche en agosto, pero cada ejemplar es un ecosistema en sí mismo, custodiando aves, insectos, musgos y secretos enterrados que sólo un conocedor sabe desvelar. Cuando una plaga ataca, no sirve de mucho rociar productos al tuntún o colgar CD’s viejos, una táctica que, además de desfasada, confunde más a los gorriones que a los parásitos. El tratamiento adecuado requiere precisión y, a menudo, un diagnóstico previo más detallado que el del médico de cabecera. Por eso los profesionales certificados están tan cotizados: con ellos, la naturaleza local puede dormir tranquila.
No hay que subestimar la carga sentimental de un árbol bien cuidado. Más allá de la sombra y la belleza, está la memoria: la buganvilla que vio crecer a tres generaciones, el naranjo que perfuma la primavera, el roble que soporta los columpios improvisados de los más pequeños del barrio. Cuidar de ellos es, en cierto modo, cuidar de uno mismo y de una parte importante del paisaje y la identidad local. Y para que toda esta narrativa verde siga adelante, la intervención de manos expertas resulta clave, ya sea ante el inminente soplo de un vendaval gallego o la visita inesperada de orugas hambrientas.
Dejar los árboles en las mejores manos es una inversión tan sensata como invisible, un lujo discreto y necesario en una comunidad que cada vez valora más el equilibrio entre lo urbano y lo natural. Mediante técnicas modernas, formación continua y un vínculo casi personal con cada tronco y raíz, los profesionales certificados consiguen que la vida arbórea de Ponteareas prospere sin sobresaltos ni dramas forestales dignos de una saga de televisión. Así, hasta los árboles agradecen de alguna manera que sus días no terminen en la portada de las noticias locales por culpa de una caída inoportuna o una plaga descuidada. Es, simplemente, la mejor garantía para que el verde siga saludando desde cada rincón con dignidad, vigor y un poco de ese humor natural tan difícil de imitar.