Decidí instalar una valla metálica Lugo en mi propiedad, después de mucho investigar y sopesar diferentes opciones. Quería algo resistente, duradero y que no requiriera un mantenimiento constante. La provincia de Lugo, con su clima a veces extremo, con lluvias abundantes y vientos fuertes, exige materiales que puedan soportar estas condiciones sin deteriorarse rápidamente.
La madera, aunque estéticamente atractiva, me parecía una opción poco práctica a largo plazo. Requiere tratamientos periódicos para protegerla de la humedad, los insectos y los hongos, y con el tiempo, tiende a deformarse y agrietarse. Además, no ofrece la misma seguridad que una valla metálica. El hormigón, por su parte, es muy resistente, pero su instalación es más compleja y costosa, y su aspecto no me terminaba de convencer.
Después de consultar con varios profesionales y leer numerosas opiniones, me decanté por una valla metálica de acero galvanizado. Este material es conocido por su alta resistencia a la corrosión, lo que lo hace ideal para zonas con alta humedad. Además, es muy duradero y no requiere apenas mantenimiento. Una simple limpieza ocasional con agua y jabón es suficiente para mantenerlo en perfecto estado.
La instalación de la valla no fue tan complicada como pensaba. Contraté a una empresa especializada en este tipo de trabajos, y ellos se encargaron de todo el proceso. Primero, realizaron un estudio del terreno para determinar la mejor ubicación de la valla y calcular la cantidad de material necesario. Luego, procedieron a la excavación de los hoyos para los postes, utilizando una máquina perforadora para agilizar el trabajo.
Los postes, también de acero galvanizado, se fijaron al suelo con hormigón, asegurando una base sólida y estable. Una vez que el hormigón hubo fraguado, se procedió a la colocación de los paneles de malla metálica. Estos paneles se fijaron a los postes mediante abrazaderas y tornillos, creando una estructura continua y resistente. El proceso fue rápido y limpio, y en pocos días tenía mi valla instalada.
La elección del tipo de malla metálica también fue importante. Opté por una malla electrosoldada, que ofrece una mayor resistencia y seguridad que la malla de simple torsión. Además, elegí un modelo con un acabado plastificado en color verde, para que se integrara mejor con el entorno natural. Existen diferentes alturas y grosores de malla, por lo que es importante elegir la que mejor se adapte a tus necesidades.
La durabilidad de una valla metálica depende de varios factores, como la calidad del material, el tipo de instalación y las condiciones climáticas. Sin embargo, en general, se considera que una valla de acero galvanizado puede durar varias décadas sin necesidad de reparaciones importantes. Esto la convierte en una inversión a largo plazo, que te ahorrará tiempo y dinero en mantenimiento.
Estoy muy satisfecho con mi elección. La valla metálica no solo cumple su función de delimitar y proteger mi propiedad, sino que también aporta un toque moderno y estético. Además, me da la tranquilidad de saber que es una estructura resistente y duradera, que no me dará problemas en muchos años. La inversión, a pesar de no ser la opción más barata en primera instancia, considero que es la mejor.